martes, 9 de septiembre de 2008

Empeños en la tercera fase


Empeñadísimos en que aquella amalgama de pasión, empieces sin rumbo, roces, grandilocuencias amorosas, torrentes de arrumacos, discusiones sobre lo divino y lo humano y ósculos sin dirección se consolidara... ni siquiera atisbaron la enorme distancia que, desde el primer instante, separaba sus vidas. Llovía para uno mientras lucía un sol de justicia para el otro. Cantaba el pájaro y agonizaba al mismo tiempo.
Y mientras el tiempo les permitió seguir con aquella miopía tan placentera se fortaleció su historia, que seguía en paralelo pero a cientos de kilómetros de distancia. Una mañana, mientras la cafetera borboteba y dos tazas esperaban sobre el mantel de cuadros, ambos decidieron casarse por lo civil.

miércoles, 30 de julio de 2008

Sueño de un mediodía de verano


Sonó el despertador. Sonó la ducha. Era la una de la tarde. Sonó el chorro de vermú cayendo con cadencia entre los hielos y las rodajas de limón. Y sonó el hueso de la aceituna al caer sobre el platillo de procelana.

jueves, 26 de junio de 2008

Sube y baja

Bajar es subir. Bajar por el mapa, subir en altitud. Bajarse el pantalón, subirse los calores. Bajar la guardia, subir el peligro (?). Bajar la temperatura, subirse la cremallera. Bajar el paro, subir la cuenta (?). Bajar la vista, subir el libro. Bajar, subir.

martes, 20 de mayo de 2008

Pendiente de

Primera imagen. Un yorkshire mira fijamente, al otro lado de la puerta de cristal, a un boxer que, inmovilizado por una correa en tensión, no deja de observarle. Segunda imagen. Mientras un grupo de adultos relata, detalle a detalle, los acontecimientos de la semana alrededor de cuatro vasos de vermú, una adolescente, hija de uno de las parejas de labia de domingo, repasa una y otra vez el archivo completo de mensajes de texto de su móvil. Tercera imagen. Una cometa sin dueño pende de la rama de un árbol. Cuarta imagen. La cajera del supermercado queda eclipsada por un trozo de cielo azul que alcanza a ver desde su silla ergonómica. Quinta imagen. Una mujer se comen las uñas y bosteza mientras atiende una llamada de teléfono. Sexta imagen. Cuatro mandos a distancia, de otros tantos aparatos, esperan ordenados por tamaño, la llegada de la mano ejecutora en la mesita de una sala de estar. Séptima imagen. Diez fechas del calendario de la cocina señaladas con un círculo, grueso trazado con rotulador azul marino. Octava imagen. Una cola de treinta personas, con camisetas verdes, blancas y marrón arena, espera en una tienda de ropa y complementos para pagar en caja. Novena imagen. El pitido de una batería que se acaba.

domingo, 11 de mayo de 2008

No te comas la menta

No tuve valor para no responder al mensaje, que llegó de madrugada y a traición. Ahora que me sentía fuerte tenía que decirle que se había evaporado de mi mente, que no recordaba ni su pecho, ni sus manos, ni sus enormes dientes blancos, ni su tacto (a veces rugoso, a veces insultantemente suave), ni su cara de sueño por la mañana, ni sus carcajadas estrepitosas siempre a destiempo. No tuve valor para callarme que había deshecho el nudo; que ya no me dolía que no supiera lo que hacer. Nada más elegir la opción 'aceptar' y ver volar el sobre hacia el sur, deseé haber tenido coraje para enmudecerme de una vez por todas y no seguir mostrando más cartas en un juego en el que ni siquiera se puso un tapete. Pero ya era tarde: las ondar electroloque sea habían hecho su trabajo.
Decidí pedir otro mojito. No era, en absoluto, la mejor solución, sólo la única posible en la ciudad de los corros y los meteorólogos inquietos. Después de masticar el hielo y las escasas hojas de menta que flotaban a desgana, me sentí un poco peor, pero mucho más tranquila.
"Tengo que comprar una cámara digital". Decidí pensar en eso y en los millones de momentos absurdos que podría inmortalizar con el aparatejo. Y en los millones momentos absurdos que me perdería.
"¿Otro mojito?". A mi lado, ella no intuía la descalabrada actividad mental que me acompañaba aquella noche.
"Sí".
"Pero no te comas la menta".
"Vale".