martes, 20 de mayo de 2008
Pendiente de
Primera imagen. Un yorkshire mira fijamente, al otro lado de la puerta de cristal, a un boxer que, inmovilizado por una correa en tensión, no deja de observarle. Segunda imagen. Mientras un grupo de adultos relata, detalle a detalle, los acontecimientos de la semana alrededor de cuatro vasos de vermú, una adolescente, hija de uno de las parejas de labia de domingo, repasa una y otra vez el archivo completo de mensajes de texto de su móvil. Tercera imagen. Una cometa sin dueño pende de la rama de un árbol. Cuarta imagen. La cajera del supermercado queda eclipsada por un trozo de cielo azul que alcanza a ver desde su silla ergonómica. Quinta imagen. Una mujer se comen las uñas y bosteza mientras atiende una llamada de teléfono. Sexta imagen. Cuatro mandos a distancia, de otros tantos aparatos, esperan ordenados por tamaño, la llegada de la mano ejecutora en la mesita de una sala de estar. Séptima imagen. Diez fechas del calendario de la cocina señaladas con un círculo, grueso trazado con rotulador azul marino. Octava imagen. Una cola de treinta personas, con camisetas verdes, blancas y marrón arena, espera en una tienda de ropa y complementos para pagar en caja. Novena imagen. El pitido de una batería que se acaba.
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8 comentarios:
El otro día fui a recoger a unos amigos al aeropuerto.
Allí, un padre con una niña muy pequeña esperaban a la madre (la niña era un pequeño ser humano, una miniatura que no le llegaba al padre ni por la rodilla, pero que andurreaba y parloteaba y correteaba y se cruzaba de brazos y daba saltitos).
Cuatro chicas excesivamente guapas y con tacones excesivamente altos y con trajes excesivamente ceñidos y excesivamente maquilladas esperaban, hablando entre ellas con acentos que no eran del Sur, a cuatro tipos con pinta de ejecutivos. Pensé muy mal, y quizás no hice bien. O sí. No sé.
La mujer más bella de todo el aeropuero era una delgadísima mujer, elegante como un vampiro (iba en vaqueros, la elegancia estaba enganchada en su manera de moverse) que empujaba la silla de ruedas donde estaba sentado el que quizás era su pareja (un hombre también muy guapo que llevaba la vista a la altura de las rodillas de los demás). No sé qué drama tendría él en las pupilas, tampoco quise mirar.
Una madre viajaba sola con sus dos niños, y era para ella como controlar a cuatro cabras en una tienda de caramelos.
Y llegaron mis amigos (Luis José y Ainhoa). Me abrazaron, me dieron una botella de buen ribeiro que habían traído para mí y nos fuimos.
Cada desconocido con quien nos cruzamos en la calle se encuentra inmerso en su personal epopeya, a mitad de una gesta de la que sólo somos figurantes (Félix J. Palma: Métodos de Supervivencia).
postmoderno: fragmentos, collage donde se muestra la realidad pero no se tiene la certeza suficiente para encontrar la unión. La unión está en la perspectiva del que mira y el que observa sabe que hay muchas formas de mirar.
Pero hay que aprender a mirar. Yo estoy en ello.
Yo aprendo de lo que Vd mira, don Micro, puedo?
Creo que este nombre le queda perfecto a esta casa.
Un placer descubrirte, guapa.
Hola a todos y todas. Gracias por pasar por aquí. Siento mi ausencia, fruto de pérdidas y descontrol posterior.
Mirar es fácil con la mente clara. Hay días que veo incluso con capas y capas de bruma. Otros no, y no hay manera. Hay que seguir practicando.
Tranquila. Quien más y quien menos hemos pasado por cosas así. Menée Usted el blog, que sirve de terapia. Para Usted y para nosotros.
Un besote.
Pooor cierto... este blogger obliga a mandar el enlace a un blog que tengo vacío, en espera de su pronto uso. Pero no es el estricatmente mío, que es La Zona Fótica
(http://lazonafotica.wordpress.com)
¿Sabe cómo podría poner comentarios con nombre + dirección URL?
Un placer llegar hasta aquí y llenarme los ojos de flashes
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